Pekín.- Durante gran parte del siglo pasado, la Ciudad Prohibida era un imponente vacío en el bullicioso centro de Pekín.

El complejo de 73 hectáreas, donde los emperadores y sus asesores planearon el destino de China durante siglos, fue despojado de su misión cuando el último emperador abdicó en 1912. Desde entonces, el terreno del palacio ha estado en ocasiones vacío o lo han tratado como un museo insulso, con la mayoría de los salones cerrados al público y los pocos que estaban abiertos hacinados de turistas que compraron los recorridos en sus paquetes de viaje.

Sin embargo, a medida que la Ciudad Prohibida se acerca a su cumpleaños número 600 en 2020, ha estado ocurriendo un cambio drástico, pues se han restaurado incluso los rincones más oscuros y polvorientos a su antigua gloria para que todos la disfruten.

Hasta 2012, solo el 30 por ciento del enorme complejo estaba abierto al público. Ahora, el 80 por ciento es accesible y se ha llenado rápidamente de espacios de exposiciones, restaurantes elegantes, cafeterías, librerías y tiendas de regalos muy rentables, así como senderos silenciosos, arboledas que dan sombra y recovecos peculiares que invitan a la contemplación de dinastías de antaño.

La revitalización de la Ciudad Prohibida ha coincidido con una política enfocada en proteger y proyectar el legado cultural del país, un giro de 180 grados para un Partido Comunista que llegó al poder con la promesa de revocar el pasado y construir una nueva utopía socialista según el modelo soviético.

El presidente Xi Jinping, quien ha alabado las enseñanzas tradicionales como el confucionismo, ha impulsado la “autoconfianza cultural” como una de sus principales estrategias. Su gobierno ha invertido en revivir las prácticas culturales tradicionales, y en 2014 hizo un llamado al Museo del Palacio para que exhibiera mejor sus bienes.

Los cambios han rendido frutos. La Ciudad Prohibida es cada vez más popular: tuvo un récord de diecisiete millones de visitantes en 2018.

“Jamás solíamos venir aquí porque no había mucho que ver”, dijo Zhao Li, ingeniero de software de 44 años que hace poco visitó el lugar con su hija de 12 años. “Sin embargo, ahora podemos pasear y ver nuevas exposiciones. Así es más fácil que los jóvenes o los niños entiendan el pasado”.

Aunque la colección del complejo aún es impresionante, ya no están muchas de las obras de arte más legendarias que se expusieron cuando se inauguró el museo en 1925.

Los emperadores habían coleccionado algunos de los mejores y más icónicos artefactos de la cultura china, sobre todo los paisajes monumentales y la caligrafía que están entre los productos culturales más apreciados de la civilización china.

Pero en 1933, el Partido Nacionalista, o Kuomintang, bajo el mando de Chiang Kai-shek, trasladó gran parte de los bienes al sur para su resguardo. Las piezas valiosas siguieron a los nacionalistas hasta Taiwán, donde ahora conforman la columna vertebral de uno de los más grandiosos museos del mundo, el Museo Nacional del Palacio en Taipéi.

Esos años tumultuosos de posguerra hicieron que la Ciudad Prohibida se convirtiera en una corona sin joyas.

Su declive pareció consolidarse cuando Mao Zedong y su ejército campesino ganaron la guerra civil china en 1949, y trasladaron la sede del gobierno a los jardines de Zhongnanhai, al lado de la Ciudad Prohibida.

El gobierno comunista de Mao debatió acerca de derribar el complejo o crear un enorme palacio de varios pisos al estilo soviético frente a él. Al final, el palacio sobrevivió al caos de esa época, pero a menudo estuvo cerrado, y su personal a veces se sintió atormentado durante las campañas políticas.

Unos cuantos años después de que terminó la Revolución Cultural en 1976, el complejo se encontraba en un estado muy triste. Sus edificios mayoritariamente de madera estaban llenos de grietas, en ruinas y habían adoptado un horrible color gris.

Solo un corredor estrecho del enorme terreno rectangular estaba abierto, y las obras de remodelación eran tan deficientes que parecía el plató de una película, aceptable de lejos pero barato e improvisado de cerca.

Las mejoras comenzaron a volverse más serias antes de los Juegos Olímpicos de 2008, celebrados en Pekín. El salón principal del trono imperial, el Salón de la Armonía Suprema, fue reconstruido y algunas tiendas fueron inauguradas, entre ellas Starbucks. Sin embargo, la cadena de cafeterías se fue en 2007, después de una campaña mediática concertada en la que algunas personas se quejaron de que un ícono estadounidense estuviera en el terreno del palacio.

El aspecto más sorprendente de la Ciudad Prohibida actualmente es que los enormes muros a su alrededor ahora están en su mayoría abiertos al público como senderos espectaculares, lo cual proporciona una vista panorámica parecida a la de un dron del terreno. Solo el muro más occidental, que tiene vista a Zhongnanhai, el equivalente de la Casa Blanca china, está fuera del alcance del público.

También es sorprendente que los organismos gubernamentales —incluidas las fuerzas militares— han salido de la mayoría de los salones que alguna vez ocuparon.

Eso ha permitido que se abra una Galería de Muebles, en la que se exponen los tronos que usaban los emperadores y que durante décadas estuvieron guardados en almacenes.

Al lado se encuentra el templo imperial, que alguna vez fue una de las estructuras más importantes del complejo y ahora se está restaurando.

Sin embargo, incluso todos esos nuevos espacios no son suficientes para mostrar los tesoros recolectados a lo largo de los siglos por los Hijos del Cielo durante sus regímenes imperiales. La Ciudad Prohibida puede exponer solo cerca de 30 mil objetos a la vez, o el dos por ciento de su total.

Para 2022, está programada la inauguración al público de un nuevo campus en el distrito universitario de Haidián, casi 29 kilómetros al noroeste; se trata de un centro de 61 hectáreas que tendrá espacio para exponer carruajes, alfombras y ropajes imperiales.

El personal del museo también se ha vuelto más creativo en el uso del espacio. Durante una visita reciente, hubo un espectáculo acerca de cómo la familia imperial celebraba el Año Nuevo Chino, incluyendo reproducciones de pareados auspiciosos de Año Nuevo escritos por el emperador Kangxi, cuyo mandato de seis décadas terminó en 1722.

Las nuevas tiendas de regalos, que generaron 220 millones de dólares en ventas en 2017, también han aumentado su oferta. Antes solo contaban con llaveros y muñecas de eunucos; ahora tienen reproducciones precisas de porcelana, textiles e incluso muebles.

La mayoría de los visitantes aún vienen en recorridos turísticos que rápidamente guían a la gente por la parte central del complejo. No obstante, recorrer la Ciudad Prohibida con calma y detenimiento es una mejor manera de entender la historia y descubrir algunos de sus secretos.

Un visitante que tenga tiempo podrá conocer los lugares más notables y placenteros de ese sitio histórico como las alas de los palacios y los patios que ahora están abiertos y donde se puede tomar asiento, beber té y ver los muros color bermellón bajo el sol veraniego.

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