En 18 días, se estima, el fuego ha destruido 500 mil hectáreas de bosque entre Brasil y Bolivia en la Amazonía –lo que equivale a 5 mil kilómetros cuadrados, poco más de tres veces la Ciudad de México, con una superficie de mil 485 kilómetros cuadrados–, y se ha empezado a extender hacia Paraguay y Perú.

Según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), que contabiliza los incendios en Brasil mediante imágenes de satélite, los focos de fuego en el país en lo que va de 2019 superan en 84 por ciento a los del mismo periodo de 2018.

En un informe difundido el martes, el INPE precisó que entre el 1 de enero y el 21 de agosto registró 75 mil 336 focos de incendio en el país, 52.5 por ciento de ellos en la región amazónica.

La región atesora casi el 20 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta, un recurso que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), puede ser motivo de guerras en este siglo. Además, según la Unesco, el planeta puede tener un déficit hídrico de 40 por ciento en 2030 si no cambia el actual modelo de consumo y preservación.

La cuenca del Amazonas, que abarca 7.4 millones de kilómetros cuadrados, cubre casi el 40 por ciento de América Latina y se extiende por nueve países: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana Francesa, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. Alrededor del 60 por ciento se encuentra en Brasil.

La selva amazónica, de la cual 2.1 millones de kilómetros cuadrados son zonas protegidas, alberga una cuarta parte de las especies de la Tierra, es decir, 30 mil tipos de plantas, 2 mil 500 especies de peces, mil 500 de aves, 500 de mamíferos, 550 de reptiles y 2.5 millones de insectos, según la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), además de que en los últimos 20 años se han descubierto 2 mil 200 nuevas especies de plantas y vertebrados.

Esta zona también contiene un tercio de los bosques primarios del mundo y, a través del río Amazonas –el más grande del mundo–, proporciona el 20 por ciento del agua dulce no congelada de la Tierra.

Por último, actúa como un sumidero de carbono, absorbe más CO2 del que emite y libera oxígeno, además de almacenar de 90 mil a 140 mil millones de toneladas de CO2, lo que ayuda a regular el calentamiento global, según el Fondo Mundial para la Naturaleza.

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