México.- La barrera de la Guardia Nacional en la orilla del Suchiate impidió el paso a la mayor parte de la caravana migrante. Muchos de los que lograron zafarse de los uniformados fueron posteriormente detenidos en operativos del INM.

“Estaban ahí todos los policías y en eso siguieron unas personas para allá y dejaron medio espacio”.

“Pero está bien cabrón, bien yuca la cruzada”.

“Dios sabe que vamos a cruzar”.

Son las 15:00 horas y un grupito de centroamericanos conversan escondidos tras una gasolinera de Pemex en la carretera que une Ciudad Hidalgo y Tapachula, en Chiapas. Entre ellos se encuentra Wilmer Castellanos, de 25, antiguo albañil de Santa Bárbara, en Honduras. “Quiero dar un futuro a mis hijos. Estamos aquí porque el gobierno es un corrupto”, dice el joven.

Cinco minutos después, Castellanos y el resto de sus acompañantes están corriendo despavoridos. Tras ellos, quemando rueda, una camioneta del Instituto Nacional de Migración (INM), las conocidas como “perreras”. Tienen la misión de detener a aquellos que lograron sortear el cerco impuesto por la Guardia Nacional en la orilla del río Suchiate.

En esta ocasión, el oficial no tiene suerte. No está tan en forma como los escuálidos migrantes y uno de ellos hasta se permite esquivarle quebrándole la cintura con un regate.

Ante la frustración del agente, los migrantes se introducen en los campos que rodean la gasolinera.

Ellos tuvieron suerte y pudieron escapar. Quién sabe hasta cuándo.

El operativo desplegado por el Gobierno mexicano para impedir el tránsito de la caravana no terminó en el Suchiate, donde las hileras de agentes de la Guardia Nacional se convirtieron en extensiones del muro de Donald Trump. La avanzadilla de la marcha migrante, los más aventados, lograron sortear esa primera línea. Así que luego fueron detenidos, uno por uno, por el operativo del INM.

En un comunicado, la institución que dirige Francisco Garduño aseguró haber arrestado a 402 migrantes.

“Con el apoyo de la Guardia Nacional, agentes federales del INM rescataron a 402 personas migrantes que fueron trasladadas a instalaciones del Instituto para proporcionarles alojamiento y servicios básicos de salud, agua y alimentación”, dijo el INM en un comunicado.

“Además, se tiene el registro de 58 personas extranjeras que se internaron por caminos no seguros de la zona selvática de la región, por lo que elementos de los Grupos Beta del INM se encuentran en su búsqueda”, afirmó.

La detención masiva entre Ciudad Hidalgo y Tapachula fue el último episodio de una jornada en la que ocurrió lo que todo el mundo sabía y nadie quiso evitar: el intento desesperado de atravesar la frontera sur mexicana por parte de un grupo de hombres, mujeres y niños que huyen de la pobreza y la violencia y a los que cada vez les resulta más difícil franquear el muro levantado por México.

Por la mañana todo el mundo sabía que la jornada terminaría en el río.

El diálogo entre una comisión de representantes de los migrantes y las autoridades del INM estaba destinado al fracaso desde el minuto cero.

El gobierno mexicano solo hizo una oferta: que los migrantes cruzaran en grupos de 40 por la frontera del puente internacional Rodolfo Robles y tramitaran individualmente sus casos ante la autoridad migratoria. Esto, en la práctica, implicaba acatar las leyes migratorias y aceptar ser encerrado y, previsiblemente, deportado.

Las oferta de empleo que se anunciaban desde las bocinas instaladas en el portón fronterizo que permaneció cerrado tampoco son atractivas para los centroamericanos. Sumarse a los planes Jóvenes Construyendo Futuro y Sembrando Vida supondría recibir un salario de entre 180 y 250 dólares mensuales en Honduras y El Salvador. Unas cifras que ni siquiera llegan al salario mínimo de estos países.

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