El Paso.- El camino rumbo al “no” serpentea a través de los desiertos, se desliza por los ríos y cruza por senderos en las montañas. Comienza en Honduras y Guatemala, recorre México de punta a punta y termina en el oeste de Texas. El camino hacia el “no” apesta a sudor de días sin duchas en las celdas de Texas y al aliento rancio de las bocas de los detenidos migrantes que dicen no contar con cepillos ni pasta dental, publicó The Washington Post.
Apesta a confusión sobre lo que viene después para los migrantes que buscan asilo en Estados Unidos, y que ingresan al país a través del oeste de Texas y el este de Nuevo México, con frecuencia termina en el mismo lugar: dentro de un laberinto de tribunales federales en el centro de El Paso, donde algunos de los más inflexibles jueces de inmigración de Estados Unidos dicen “no” a grandes cantidades de solicitantes de asilo político. Conseguir el asilo de un juez de El Paso es casi imposible, según dicen los abogados locales de inmigración. Un juez del tribunal rechazó el 98.8 por ciento de las solicitudes de asilo en un período reciente de cinco años, según un análisis de la Universidad de Syracuse. Pero los migrantes siguen llegando, escapando de amenazas y de la violencia que aqueja a sus países. Las solicitudes de asilo a lo largo de la frontera casi se han cuadruplicado, de 43 mil en el 2013 a 162 mil en el 2018. Solo una fracción de los migrantes detenidos en la frontera solicitan el asilo, pero aun así todavía pueden llegar obstruir los tribunales con largos y complejos enfrentamientos legales. Los funcionarios de la administración de Trump han dicho que menos del 20 por ciento de las solicitudes de asilo, hechas por migrantes de las naciones de Honduras, Guatemala y El Salvador, son concedidas por los tribunales, y han sugerido que el bajo índice es evidencia de que la mayoría de dichas solicitudes no tienen mérito. Mientras tanto, la marcha de los migrantes hacia la corte en el centro de El Paso parece no tener fin. Y el gobierno de Trump anunció el lunes pasado que pretende limitar estrictamente el acceso al sistema de asilo a los centroamericanos que no buscaron la protección en los países que atravesaron antes de llegar a Estados Unidos.“Es una máquina de deportación”, dice Carlos Spector, un destacado abogado de inmigración de El Paso. “Lo que se tiene es una obstrucción que se debe ser eliminada”.

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