No hablaré del COVID. Esta pandemia lleva décadas. No es silenciosa, no es discreta. Es arrebatada y vulgar, es ambiciosa, es un virus que habita en todos los partidos políticos y que puede aniquilarse este mes. Se trata de terminar con la elección de candidatos por dedazo, tómbola, pactos o por dinero.

La reforma electoral que está por presentar el Gobernador de Chihuahua plantea el modelo de elecciones primarias, conocidas como PASO, por ser abiertas, simultáneas y obligatorias. Es un esquema que nació en las épocas de Roosevelt y el movimiento progresista de Estados Unidos. Esta figura permitirá que cualquier ciudadano vote en las elecciones internas de los partidos políticos.

Javier Corral se está rifando su futuro político.  En los próximos días presentará la reforma que pretende arrebatarle el poder a las cúpulas partidistas, incluyendo el PAN, partido en el que milita desde 1982.

Es extraño porque cuando un gobernador está por terminar su periodo, su mente hospeda varios fantasmas, pero la prioridad es garantizar su futuro económico, buscar la paz de su familia, evitar la cárcel y quedar bien con el partido que lo llevó al poder… hay pruebas históricas para afirmarlo.

Antes de analizar los alcances legales y sociales hagamos memoria: ¿Cuántas veces ha visto que alguien llega al poder y usted ni lo conoce? ¿Por qué los partidos siempre eligen a los mismos para sus candidaturas? Estamos hartos de la política destructora y mercantil.

La pretensión de esta figura jurídica que se aplica en Argentina, Estados Unidos, Chile, Honduras y varios países más, es terminar con los vicios internos, acercar a los ciudadanos a los partidos y que estos retomen su espíritu constitucional; es decir, dejar de ser mafias y convertirse en vehículos entre las personas y el poder.

Las primarias podrían colocar a Chihuahua como referente democrático en el país. Pero más allá de eso, podría darnos la oportunidad de oxigenar la política contaminada y feroz que tenemos.

Es el momento, la gran oportunidad de que se haga una reforma de altura, sin revanchas o afanes destructores, es la hora de apagar los conflictos internos en los partidos y empatar los anehelos democráticos que se exigen en las colonias y en los barrios.

El estado grande ya no está para aguantar compadrazgos, billetes a cambio de candidaturas, familias parásito que se adueñan de partidos para convertirlos en negocios privados, ya no son tiempos para las familias que se heredan cargos o se sienten dueños de los institutos políticos.

Para el 30 de junio ya tendremos un resultado. O hacemos historia o nos quedamos igual.

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